Por eso hoy escribo estas líneas cargadas de arrepentimiento con los ojos cerrados, mirando en mi interior, escudriñando en aquel lugar donde mora el mal que me devasta y me ha deforestado, apenas queda algo a que acerrarme, ya nada queda que sustente el latir del pecho que no ha sabido resistir al fuerte oleaje del egocentrismo.
Hasta el día de hoy he sido caprichoso con mi vida, he cometido errores que hasta mi propia alma le niega asilo a la redención, he tomado decisiones en las cuales daban como único resultado mi bien personal y he hecho y dicho cosas en las que apenas se vislumbraba la presencia de la cordura y la madurez. En cada etapa de mi vida he dejado a la deriva vagones, cargados, muy a mi pesar, de personas que jamás debiera haber abandonado a la merced del olvido, maldigo ahora haber estado en esas estaciones en las que en cada una me he desprendido un pedazo de mi ser. Es en este momento cuando con los ojos cerrados puedo alzar la vista para apreciar como la vía se me hace infinitamente larga y cargada de soledad, la locomotora que antaño radiaba remolcando vagones, hoy deambula por unos carriles que sólo le transmiten frialdad y melancolía.
Hoy arrinconado en el recuerdo, siendo sicario de la nostalgia quiero enviaros un propósito de enmienda, inocente y quebradizo. Y desde lo más hondo de mi pecho, allí donde albergo mis sentimientos más nobles quiero haceros llegar ese perdón que os debo y que no os hará tanto bien.
Entendería que no obtuviera vuestra clemencia ya que ¿cómo explico que pague con castigo a quien me adora? ¿acaso comprendería alguien devolver inquina por cariños, indiferencia por adoración? Si no me hicisteis daño, si nunca me lo harías, ¿dónde puedo alcanzar vuestro indulto, o siquiera a olvidar que renunciasteis mirar al mundo como hacías, con la frente alta y la inteligencia clara que nos hacía tan cómplices?.
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